miércoles, 22 de abril de 2009

LEISLE BETHELL

Capítulo 1

Ideas políticas y sociales en América Latina, 1870 – 1930

La herencia liberal en una era de consenso ideológico:


Las ideas políticas en América Latina se han visto afectadas por dos hechos: 1) la cultura de las elites gobernantes e intelectuales de América Latina que es occidental 2) las naciones de América Latina, con excepción de Cuba, obtuvieron su independencia política a principios del siglo XIX. Es habitual calificar la América Latina del siglo XIX con el adjetivo de neocolonial, que sugiere una situación de dependencia económica y cultural para unas naciones que eran independientes desde el punto de vista político. La consecuencia implícita que se extrae de ello es que la independencia fue oficial y superficial. Los lazos con Europa se fortalecieron después de 1870 con el crecimiento de las economías exportadoras latinoamericanas.
La experiencia distintiva del liberalismo en América Latina se derivó de la aplicación de las ideas liberales a países que estaban muy estratificados, social y racialmente y subdesarrollados en el terreno económico.
Después de 1870 se asentó el liberalismo. Con la victoria de las fuerzas liberales frente al imperio de Maximiliano en México en 1867 y la abdicación de Pedro II en Brasil en 1889, los restos del sistema monárquico habían sucumbido. El anterior fenómeno americano de los “bárbaros” caudillos regionales cedió ante un régimen de derecho, un régimen “civilizado” y uniforme. Las naciones latinoamericanas habían entrado en el sistema económico del mundo civilizado.
Los años posteriores a 1870 fueron de consenso político. Las clásicas doctrinas liberales basadas en el individuo autónomo dieron paso a teorías que interpretaban al individuo como una parte integrante del organismo social, condicionado por el tiempo y el lugar, y cambiando constantemente a medida que la propia sociedad cambiaba. Existía un conflicto teórico entre el liberalismo clásico o doctrinario.

El republicanismo y el espíritu americano:

Los liberales hispanoamericanos compartían la opinión de Alberdi en el sentido de que su civilización era europea y que “nuestra revolución” no era más que una fase de la gran Revolución francesa. Había un espíritu americano distintivo que separaba los dos mundos, un espíritu en cuyo centro se hallaba el republicanismo. Exceptuando Brasil, la independencia política en el hemisferio occidental había rechazado la monarquía.
El ideal republicano se vio defendido de modo dramático con la retirada de las tropas francesas de México y el derrumbamiento del Segundo Imperio. El juicio y ejecución de Maximiliano en junio de 1867 fue seguido de la declaración de la segunda independencia de México por Benito Juárez. Un agente principal de este nuevo acercamiento de la Europa liberal y América fue el español Emilio Cautelar.
La campaña del gobierno alcanzó su punto culminante en 1873 con la derrota y ejecución de Manuel Lozada. A partir de 1870, los gobiernos liberales hispanoamericanos no mostraron la menor tolerancia con el americanismo que se presentara bajo la forma de desafíos regionales y sociales a la autoridad central, y en 1880 los presidentes Roca y Porfirio Díaz ya podía proclamar el reinado de la “paz y administración”.
El espíritu americano y su asociación con el republicanismo habían irrumpido en Brasil, la única nación latinoamericana que conservaba instituciones monárquicas. Fue enunciado en el Manifiesto Republicano de 1870. La restauración de la república en México y la caída del régimen europeo que fomentaba la monarquía en América surtieron un claro efecto en los brasileros; el manifiesto no se publicó hasta 3 meses después de la caída de Napoleón III. El rasgo más distintivo del movimiento republicano brasilero era su irrevocable ligazón con el federalismo. Una república siempre había significado el derrocamiento de una monarquía opresivamente centralizada y la instauración de la autonomía provincial.

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