lunes, 23 de febrero de 2009

Fuentes de la Historia

Si hacemos una comparación entre la cantidad de pueblos que han dejado una memoria escrita en el pasado, con el número de pueblos que ni siquiera conocían un método de escritura (pueblos ágrafos), nos daremos cuenta de que los primeros son una minoría bastante pequeña. Sin embargo, eso no ha impedido que los historiadores hayan logrado indagar como vivían esos pueblos, cuáles eran sus creencias, y de que manera se organizaban para obtener el sustento ¿Cómo se allegan los historiadores esos datos? ¿de qué medios se han valido para sacar a la luz esa información? los investigadores del pasado humano, remoto y reciente, acuden a las fuentes de la historia que listamos a continuación.
a) Documentos escritos.- Todas aquellas inscripciones que el hombre a dejado en diversos materiales como trazos en piedra, madera, ladrillo, metales, telas y manuscritos.
b) Restos humanos.- Fragmentos de huesos humanos y aun de antepasados del hombre que sirven para conocer el grado de desarrollo físico del hombre a lo largo de las diferentes etapas de su existencia.
c) Tradiciones orales.- El conjunto de leyendas, relatos, cuentos, mitos, fábulas, cantos que han pasado de padres a hijos a través de innumerables generaciones.
d) Restos materiales.- Tumbas, monumentos, palacios, instrumentos de trabajo y todo aquello que el hombre ha construido; restos que nos permiten conocer objetivamente el grado de adelanto cultural, económico y social de nuestros antepasados.

Se considera fuente de la Historia, todo lo que nos ha llegado del pasado y que, en consecuencia, sirve al historiador para reconstruir, comprender e interpretar ese mismo pasado. G. Bauer agrupa las fuentes según los distintos campos de la realidad física natural que rodea al hombre y de acuerdo con las facultades humanas de que proceden, de la siguiente manera: hechos geográficos (clima, situación concreta del paisaje natural habitado por el pueblo o sociedad que se considera), que se exteriorizan en unas formas de asentamiento determinadas y con unos límites precisos; hechos corporales (constitución corporal y demás características físicas), que se manifiestan en los restos de. cadáveres de las necrópolis y enterramientos individuales o colectivos, principalmente; hechos de la vida práctica (técnicas, formas económicas), que se conocen por medio de los utensilios, vestidos, armas, monedas, joyas, etc., hechos del orden volitivo (moral, costumbres, derecho, opinión pública, religión), expresados en los usos sociales, fiestas, instituciones, leyes, cultos, dogmas, etc.; y hechos de las facultades intelectuales (ciencia, arte), expresados en el lenguaje y la escritura, en las representaciones plásticas, etc.
Según su modo de transmisión, las fuentes pueden dividirse en literarias en amplio sentido, es decir, las transmitidas por escrito (historias y crónicas, biografías y memorias, textos jurídicos, cartas, documentos, libros de cuentas, escritos científicos, libelos y hojas de todo género), y arqueológicas, que serían todas las demás (mapas y planos, cuadros, vestidos y armas, utensilios de todo género, monedas, carteles, fotografías y las últimas que hacen posibles las grabaciones en disco y cinta magnetofónica, las películas cinematográficas, etc.). Atendiendo a otro punto de vista, se han dividido las fuentes en dos grandes grupos, según que deban su origen a la intención de servir al conocimiento histórico (tradiciones), como, p. ej., una crónica, o no se deban a esta intencionalidad consciente (restos), como, p. ej., unas cartas personales o un diario íntimo. No obstante, en ocasiones las cartas o el diario íntimo se escriben con la mira puesta en su posible publicación posterior, por lo cual se falsifica la propia imagen en mayor o menor grado y, en consecuencia, se convierte más bien en una tradición.
Dejando a un lado las fuentes arqueológicas, examinamos con algún detenimiento las transmitidas oralmente y por escrito. Entre las de transmisión oral, las atribuidas a personas determinadas, famosas o no, han sido con frecuencia puestas por escrito y de esa forma han llegado hasta nosotros. Otras, no atribuidas a nadie en particular, han tenido una transmisión oral más importante y entre ellas podemos incluir el rumor, el mito, la leyenda, la anécdota, el proverbio o dicho, la canción popular, etc. El rumor se distingue de las demás formas de tradición oral en que procede del presente y a él se refiere, por lo que es pasajero. Como se sabe, el rumor conoce especial fortuna en los tiempos de tensión pública, especialmente si los medios de información general no son capaces, por insuficiencia técnica propia o por las trabas impuestas por la censura, de ofrecer informes fidedignos y suficientes. Las noticias transmitidas mediante el rumor sufren transformaciones, especialmente en cuanto a los números e incluso los nombres propios. La leyenda se da especialmente en las culturas jóvenes, en las que la imaginación se expande más libremente que el pensamiento racional. La leyenda transforma las noticias históricas para adaptarlas a un esquema sugestivo, de acuerdo con la idiosincrasia del pueblo que la crea, con sus predilecciones y sus aborrecimientos, con sus prejuicios, con su mentalidad, en suma. La tarea de separar en cada leyenda lo que puede haber de histórico, es una de las más difíciles. La canción popular, si bien debida a un autor individual, conocido o anónimo, es recogida por _el pueblo que, con el tiempo, la transforma. En cuanto a las anécdotas, es frecuente que una misma se atribuya a personajes distintos.
Fuentes transmitidas por escrito. Los documentos son la expresión o fijación de actos jurídicos entre personas particulares o entre entidades. Los más antiguos del Oriente mesopotámico están realizados sobre cilindros de arcilla. De la Antigüedad se conservan también inscripciones sobre piedra y metal, sobre papiro, pergamino, papel, etc., y su estudio ha dado lugar al nacimiento de ciencias especializadas (Epigrafía, Papirología).
En la Edad Media, los documentos se redactan primero en pergamino, desplazado a partir del s. xiii, por el papel, de manera progresiva. La Diplomática (v.) se ocupa del estudio científico de esta documentación, para cuya utilización provechosa el historiador debe estar familiarizado con la Historia del Derecho y los usos de la cancillería, debe conocer exactamente la escritura (v. PALEOGRAFíA), el modo de fechar (v. CRONOLOGíA) y las formas de autentificación (v. SIGILOGRAFíA).
A partir de 1936, ha ido apareciendo otra serie de documentos históricos que en 1957 llegaba a los 13 vol. Muy importante y rica es la Colección de documentos inéditos del Archivo General de la Corona de Aragón, que comenzó a publicar en 1847 el archivero Próspero de Bofarull y que llegó a los 41 vol. en 1910. Tanto de ésta como de la anterior colección existen modernamente índices que facilitan su manejo. De trascendencia más limitada son otras colecciones como los 12 vol. de Documentos para el estudio de la Historia de Aragón o los Documentos inéditos del Archivo General del Reino de Valencia. Un cúmulo de documentación muy variada y abundante ha ido apareciendo en el Memorial histórico español, publicado por la R. A. de la Historia, que en 1903 contaba ya con 43 t. En 1963, apareció el quincuagésimo, en el que junto a la publicación de fuentes se dedica espacio preferente a los estudios monográficos.
Junto a estas colecciones indiferenciadas, son del mayor interés otras más especializadas, como las diplomáticas de los distintos reyes. La documentación de las instituciones eclesiásticas medievales, conservada cuidadosamente por constituir la garantía y base jurídica de sus posesiones y privilegios, se publica paulatinamente.
Fuentes jurídicas. Son los códigos, leyes, fueros, así como las ordenanzas y los documentos de aplicación del Derecho. A las obras sobre Derecho antiguo con transcripción de fuentes que hemos citado pueden añadirse otras referentes a la Edad Media.
Fuentes histórico-eclesiásticas. Las más importantes para España están publicadas en las grandes colecciones citadas, como la España Sagrada del P. Flórez, el Viaje literario de Villanueva o la Patrología de J. P. Migne. La colección de Concilios españoles más modernamente aparecida es la de Vives, mientras que P. Kehr publicó numerosas bulas y documentos pontificios dirigidos en la Edad Media a Cataluña, Aragón y Navarra.
Exposiciones históricas. La historiografía, que nace en un medio social relativamente avanzado culturalmente, se trata en esta Enciclopedia en su artículo correspondiente, así como en CRÓNICA Y CRONISTA, donde se incluye el condición.
Fuentes autobiográficas. Dentro de este campo podemos citar los diarios, las memorias y las cartas, abundantes en las Edades Moderna y Contemporánea, sin que falten en la Edad Media (Epistolario de S. Braulio de Zaragoza, p. ej.).
Publicística. Las relaciones, libelos, hojas sueltas y otros escritos semejantes son también un auxiliar precioso para el historiador, si bien su manejo requiere especiales dotes críticas. Los periódicos y revistas serán un instrumento imprescindible para relatar la historia de nuestros días.

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