miércoles, 25 de marzo de 2009

Sin novedad en el frente

Sin novedad en el frente no es un manifiesto contra la Primera Guerra Mundial, sino un escrito que carece de fechas, circunstancias históricas, bandos, próceres de barro y parcelas geográficas; es un alegato sobrecogedor, válido para oponerse a cualquier instrumentación de la irracionalidad arbitraria, ya sea en el Somme, Stalingrado, Normandía, Vietnam, Sarajevo o Beirut.
Ningún libro antes logró estremecerme a este punto. Por las noches, no soñaba con trincheras, ametralladoras automáticas, bombas, lanzallamas, gases tóxicos o tanques. En cambio, se me aparecían los fantasmas de Pablo Bäumer, de Tjaden, de Katczinsky (Kat), de Müller, de Alberto Kropp y de Kemmerich. Puede asegurar que estas últimas imágenes son tétricas, son macabras, pero sobre todo, son injustas.
Intuyo que para numerosos muchachos el ir a la guerra y combatir en el frente –tal como al Henry de The red Badge of Courage, novela del estadounidense Stephen Crane–, pudo resultar otrora (y a priori) una experiencia atrayente, a causa de la ilusión juvenil de llegar a ser protagonistas de una epopeya heroica, cual Aquiles en Troya. La realidad, sin embargo, discrepa furibundamente con ésa visión épica.
Dicen que éramos la “juventud de hierro”… ¡Juventud de hierro! ¿Juventud? Ninguno de nosotros tiene más de veinte años, pero en cuanto a ser joven, en cuanto a juventud…Todo eso ha terminado desde hace mucho tiempo. Somos unos viejos. ¡Cuántos pesares, cuántas agonías, cuántos desconsuelos, cuántos tormentos, cuántas lágrimas! Todo por las ilustres ocurrencias de los forjadores de la ignominiosa aberración llamada guerra. Todo por idioteces. Todo en vano. Ya no somos juventud. Ya no queremos conquistar el mundo por asalto. Somos hombres que huyen. Huimos de nosotros mismos.
¿Acaso ha cambiado mucho desde 1914 hasta nuestro presente? ¿De qué ha servido que los jóvenes nos hayamos dado cuenta que la guerra es suciedad, infamia y dolor? ¿O es qué hoy en día no seguimos atiborrados de desencanto, angustia y horror? ¿No se libran mil batallas sempiternas con cada nuevo sol?

El año pasado uno de los enclaves señalados era Beirut, en Medio Oriente. Imágenes de una multitud sin agua ni comida, de niños libaneses que huyen desesperados ante la inminencia del próximo bombardeo devastador, o que duermen en una plaza bajo un cartón, pasaban, y siguen pasando, frente a nuestros ojos con familiar y pasmosa cotidianeidad. En San Petersburgo, mientras tanto, aquellos que detentan el poder máximo, debatían durante interminables horas, señalaban responsables, víctimas y victimarios, pero hacen poco y nada para que la demencia cese. Como a la perfección lo deja traslucir Steven Spielberg en su película Munich, en este conflicto no hay vencedores: todos somos vencidos; vencidos como individuos, vencidos como seres humanos. Pero lo mismo puede continuar observándose en Irak y en otros rincones del planeta.
Resulta superfluo e imprudente mencionar las virtudes estrictamente literarias de las que goza la novela de Erich Maria Remarque. Sólo mencionaré que es una prosa introspectiva y furiosa. Y furiosa no quiere decir irreflexiva precisamente. Hallé en esta obra, iconografías espeluznantes, gracias a un lenguaje, entre enérgico y melancólico, transmisor de metáforas que llenan de indignación, de profunda tristeza.
Leer Sin novedad en el frente es para todo joven inconformista y sufrido lo que para un marxista puede ser examinar El capital. Mientras subsistan las guerras, el mensaje de Pablo Bäumer persistirá en la hondura de mi espíritu: Soy joven, tengo veinte años; pero no conozco de la vida más que la desesperación, la angustia, la muerte y el encadenamiento de la existencia más superficial y más insensata a un abismo de sufrimientos. Veo cómo los pueblos son lanzados unos contra otro y cómo se matan entre sí sin decir nada, sin saber nada, locamente, dócilmente, inocentemente. Veo cómo los cerebros más inteligentes del universo, inventan palabras y armas para que todo eso se realice de una manera todavía más refinada y dure más tiempo. Y todos los hombres de mi edad, aquí y en el otro lado, en el mundo entero, lo ven como yo; ésta es la vida de mi generación, mi vida propia… Durante años enteros hemos estado ocupados en matar; tal ha sido nuestra primera profesión en la existencia. Nuestra ciencia de la vida se reduce a la muerte. ¿Qué sucederá después de esto? ¿Y qué será de nosotros?

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