sábado, 28 de febrero de 2009

LAS MUJERES EN LA REVOLUCION RUSA

CHARLA A 90 AÑOS DE LA REVOLUCION RUSA
Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx”


Las luchas de los trabajadores entre 1905 y 1907 frecuentemente incluían las
necesidades de las proletarias. Casi no existen documentos de huelgas que no
mencionen, de alguna manera, demandas para el pago de la licencia por maternidad,
tiempo libre para alimentar a los infantes y por la creación de guarderías en las fábricas.
Como varios de ustedes saben, el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso estaba dividido en dos tendencias, mencheviques y bolcheviques. En ese marco que mencionábamos, las mujeres socialistas rusas intentaron dirigirse a las obreras, promovieron su organización sindical y política. Por ejemplo desde la revolución de 1905, Alexandra Kollontai, que pertenecía a la corriente menchevique, se dedicó a la organización de las mujeres trabajadoras. Aún a pesar de la negativa expresa de la corriente menchevique – que era más afín a las posiciones reformistas de los socialdemócratas alemanes- que se opuso públicamente en su periódico Voz Socialdemócrata, a la política de Kollontai de organización independiente de las trabajadoras. Por el contrario el periódico de los bolcheviques se expresaba a favor de la creación de organizaciones políticas y sindicales de mujeres. Incluso, en 1914, los bolcheviques publicaban en su periódico Pravda una sección especial titulada “Trabajo y vida de las obreras”, con información sobre las manifestaciones, reuniones y preparativos que se llevaban a cabo para la conmemoración del Día de la Mujer. Allí se publicaban, además, las cartas que enviaban las lectoras.
Sobre el Día de la Mujer, los mencheviques planteaban que sólo las obreras debían
participar de las manifestaciones, mientras los bolcheviques, por el contrario, eran
partidarios de que esa fecha fuera conmemorada por toda la clase obrera.
En el Día de la Mujer de 1914, el Partido obrero socialdemócrata, por iniciativa de Lenin, publicaba en San Petersburgo el periódico Rabotnitsa (La Obrera), periódico
exclusivo para mujeres trabajadoras. A pesar de que casi todas las editoras del
periódico, entre ellas las dirigentes mujeres más importantes del bolchevismo, como
Inessa Armand, Nadezhda Krupskaia y Anna Ulianova-Elizarova son detenidas, los
doce mil ejemplares que estaban previstos para conmemorar el Día de la Mujer, salieron a la luz.
En 1915, en la Tercera Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas que se celebró en Berna, participó una delegación de mujeres bolcheviques transformando a la reunión en uno de los primeros polos donde se agruparon los revolucionarios que se oponían a la política chauvinista de la socialdemocracia alemana que apoyaba a su burguesía en la primera guerra mundial. De esta conferencia saldrá la consigna que popularizarán los bolcheviques de “Guerra a la guerra”
Estos ejemplos los podríamos tomar como antecedentes de la política que luego tendrán los bolcheviques a partir de la revolución.
Como es conocido ya, la Revolución Rusa que culmina con el poder de los soviets en
octubre de 1917, se inició en el mes de febrero, con una movilización de obreras textiles que decidieron conmemorar el Día Internacional de la Mujer con una huelga.
Así lo recuerda León Trotsky en la Historia de la Revolución Rusa: “A nadie se le pasó por las mentes que el Día de la Mujer pudiera convertirse en el primer día de la
revolución... La Revolución de Febrero empezó desde abajo, venciendo la resistencia
de las propias organizaciones revolucionarias; con la particularidad de que esta
espontánea iniciativa corrió a cargo de la parte más oprimida y cohibida del
proletariado: las obreras del ramo textil.”
Bajo el gobierno provisional de Kerensky –que se había constituido como resultado de la revolución de febrero, derrocando a la autocracia-, las mujeres rusas accedieron al derecho al voto y a ser votadas: algo que en los países más adelantados del mundo, como Inglaterra y EE.UU., se conseguirá recién en 1918 y 1920, respectivamente.
La revolución misma abrió para las masas, de conjunto, un horizonte impensable hasta ese momento: los trabajadores habían tomado el poder y se disponían a poner en pie en primer Estado obrero Dos ideas centrales recorrían el pensamiento de los bolcheviques, al frente del Estado obrero, respecto a las leyes que crearía este Estado, en general, y en particular respecto a los derechos de las mujeres:
1) La igualdad ante la ley no garantiza la igualdad ante la vida
2) Las leyes creadas por el Estado obrero son transicionales, es decir, son pensadas
para que desaparezcan.
Inmediatamente después de la toma del poder, los bolcheviques tomarán una serie de
medidas que tienden a lograr la igualdad jurídica de las mujeres: podrán elegir
libremente su profesión, tendrán un salario igual por el mismo trabajo que los hombres, tendrán acceso en los empleos del Estado, quedarán prohibidos los despidos de mujeres embarazadas, las casadas ya no estarán obligadas a seguir a su marido y la educación será mixta.
En este mismo sentido, se establecerá un nuevo Código de Familia que intentará
adecuarse al nuevo Estado y el nuevo régimen, diseñado bajo la firme convicción de
que se trataría de una legislación transitoria y tendiente a desintegrarse junto con el mismo Estado, también concebido como transitorio. Así lo expresaba su autor,
Alexander Goikhbarg: “El poder proletario construye sus códigos y todas sus leyes
dialécticamente, para que cada día de existencia socave la necesidad de su existencia
misma.”
La visión de los bolcheviques se anclaba en una serie de principios fundamentales:
- la emancipación de las mujeres era una tarea central de la revolución y no una
cuestión ad hoc;- las mujeres sólo podrían emanciparse mediante su incorporación a la producción social y no por una reconsideración instituida legalmente del valor del trabajo doméstico que era menospreciado en la sociedad capitalista;
- la eliminación del trabajo doméstico era esencial para incorporar a las mujeres a la vida pública.
Los debates sobre matrimonio, trabajo doméstico, cuidado y educación de niñas y niños recorrerán al Partido Bolchevique durante el primer año de la revolución. Existían muchas visiones sobre la mayor o menor radicalidad que debían asumir en la legislación civil, pero todos coincidían en que la misma debía tender hacia un único objetivo: la emancipación de las mujeres, en particular, las trabajadoras. Por eso, entre otras medidas adoptadas, adquieren una especial relevancia las que permiten la incorporación de las mujeres a la vida pública.
En este campo los bolcheviques, siguiendo el legado que habían dejado Marx y Engels, creían que a pesar de las difíciles consecuencias que aparejaba la incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo, ésta era la vía para terminar con la piedra de toque de la opresión: la esclavitud doméstica y la condena al aislamiento del hogar.
La revolución y sus nuevas leyes significaron un duro golpe a la legislación reaccionaria heredada del zarismo e, incluso, opacó los sueños reformistas de los socialdemócratas europeos. Aunque era un país muy atrasado, su nueva legislación superaba a cualquiera de las constituciones de los países más avanzados de Europa occidental, como Francia e Inglaterra.
Hasta el día anterior a la revolución, era imposible para una mujer divorciarse, abortar en condiciones de seguridad e higiene. Incluso, cuando los soldados regresaron del frente de guerra, se decretó que ante una calificación igualitaria para un determinado empleo, la preferencia debía concederse a las mujeres solas con hijos menores.
Todos los debates dejan entrever que lo más radical fue que esas leyes se hacían con la certeza de que esa igualdad jurídica no garantizaba en absoluto la igualdad ante la vida.
Para los bolcheviques, la única forma real de incorporar a las mujeres a la producción y mediante ella, a la vida política, era eliminando la doble jornada laboral a la que estaban sometidas con el trabajo doméstico.
Existía, como en la actualidad, una visión de las feministas que abrogaba por una
división más justa del trabajo doméstico entre los miembros del hogar. La visión de los bolcheviques se contraponía a esta idea. Ya en 1917, cuando todavía había enormes
dificultades para avanzar en la socialización de las tareas domésticas, todas las medidas posibles apuntaban a la eliminación del trabajo doméstico individual. El economista bolchevique Eugeny Preobajenski planteaba: “Nuestra tarea no consiste en lograr justicia en la división del trabajo entre los sexos, nuestra tarea es liberar a hombres y mujeres del insignificante trabajo doméstico.” Los bolcheviques no iban a buscar solamente la colaboración entre compañeros, aunque sí era una actitud explícitamente exigida a los trabajadores, pero la clave estaba en la vías para eliminar la realización individual de todas las tareas que hacían a la reproducción de la fuerza de trabajo.
Desde esta convicción, de que eliminando el trabajo doméstico y liberando a las mujeres de esa doble jornada laboral surgieron las medidas tomadas, viendo que se allanaba el camino para el objetivo de acabar con la institución familiar burguesa que se erigía sobre este resabio ancestral convertido en “esclavitud moderna”.
Eso intentaba expresar el nuevo código: la institución de la familia, una vez despojada de sus funciones económicas por la socialización creciente de las tareas domésticas, empezaría a debilitarse permitiendo, a su vez, que surgieran uniones realmente entre iguales, basadas en el afecto y el respeto mutuo.
Entonces, si los bolcheviques estaban en contra de la institución de la familia burguesa y estaban de acuerdo con el amor libre ... ¿por qué no habían eliminado, simplemente con un decreto, el matrimonio?
Los bolcheviques planteaban dos problemas: en primer lugar, las personas, no iban a dejar de casarse de un día para le otro, después de siglos de matrimonio religioso. En segundo lugar, el matrimonio civil que planteaba el código daba la posibilidad de contar con una estadística poblacional que hasta entonces era controlada por la Iglesia Ortodoxa, ya que no existían registros civiles bajo el régimen zarista. Además del matrimonio civil, se estableció el derecho al divorcio, como un trámite gratuito para toda persona que lo solicitase.
Junto a todo esto se desarrollaba una amplia propaganda entre las masas trabajadoras y se integraba a las mujeres a la producción, a los organismos del Estado, a los soviets y a la vida cultural, mientras se desarrollaban planes de alfabetización a gran escala y se combatían los arcaicos prejuicios de la vieja sociedad controlada por la Iglesia Ortodoxa.
A principios de 1920, ya existían en Moscú diversas “comunas” integradas por un
conjunto de viviendas individuales y un centro comunitario con comedor, sala de
esparcimiento y espacios para los niños.
Se desplegaron una serie derechos relativos al derecho a la maternidad que no existían en ninguna otra parte del mundo: durante la licencia por maternidad, cobraban también su salario y, durante el período de amamantamiento, recibían suplementos dietarios. Si una mujer tenía a su cargo a un hijo menor de ocho años, no debía trabajar en tanto demostrara que no había otro miembro de la familia que pudiera ocuparse del niño durante su ausencia. Esta última reglamentación fue perdiendo vigencia a medida que fue aumentando el número de guarderías y jardines de infantes. Y ocupando la delantera entre los países de toda Europa, la Rusia soviética promulgó un decreto, a pocos días de la toma del poder, por el cual se reducía la jornada laboral a ocho horas.
Entonces, ¿en qué entonces consistía la política de los bolcheviques para avanzar en la desintegración de la familia burguesa? Alejandra Kollontai decía: “En vez de la familia de tipo individual y egoísta, se levantará una gran familia universal de trabajadores, en la cual todos los trabajadores, hombres y mujeres, serán ante todo obreros y camaradas. Estas serán las relaciones entre hombres y mujeres en la Sociedad Comunista de mañana. Estas nuevas relaciones asegurarán a la humanidad todos los goces del llamado amor libre, ennoblecido por una verdadera igualdad social entre compañeros, goces que son desconocidos en la sociedad comercial del régimen capitalista.”
Esta visión de Kollontai sobre la desintegración de la familia era ampliamente
compartida en el Partido Bolchevique y el jurista Goikhbarg sostuvo esta idea tanto
frente posiciones más conservadoras como las del socialdemócrata alemán Karl Kaustky
de que la familia era una “unidad ética” que había que preservar, así como frente a los sectores que sostenían ideas radicales como la abolición del matrimonio y se negaban a que el Estado regulara, de algún modo, las relaciones entre los individuos.
Sin embargo, el Estado obrero se enfrentaba a una realidad concreta, que superaba los
debates ideológicos. Estos debates y las leyes que se creaban no dejan lugar a dudas de que las medidas no buscaban aumentar el control estatal contra las libertades
individuales, sino más bien garantizar derechos inexistentes hasta el momento y
combatir, de ese modo, la injerencia de la iglesia en la vida de la clase trabajadora y los sectores populares. En última instancia, sostenían los bolcheviques, sería el socialismo el único capaz de solucionar de fondo la contradicción entre el trabajo y la familia,socializando el trabajo doméstico completamente, transformando en vetustas e inútiles las instituciones como el matrimonio frente a las relaciones basadas libremente en el amor y la igualdad y dando el paso definitivo para lograr una sociedad sin opresión de ningún tipo.
Las leyes promulgadas perseguían por un lado la ampliación de las libertades
individuales, al mismo tiempo que ampliaban el rol social del Estado transicional para garantizar de forma concreta esas libertades. En ese sentido y a pesar de los debates que generó, Goikhbarg defendió el matrimonio civil frente a la idea de abolirlo de un plumazo. Planteaba, por ejemplo, que el límite a la “libertad sexual” estaba dado, no por el control estatal, sino por la realidad de una sociedad donde seguían latentes conductas patriarcales. Mientras el desarrollo de las fuerzas productivas y las posibilidades del Estado obrero no permitieran garantizar universalmente los métodos anticonceptivos o el cuidado de niños nacidos de embarazos no deseados, entonces no había que “liberar” a los hombres de sus responsabilidades legales hacia las mujeres. La “libertad sexual” y la unión libre sólo sería un derecho para los hombres y las principales afectadas por las
consecuencias de los abandonos, las separaciones, los embarazos no deseados, etc.
serían las mujeres.
Por eso, además de garantizar el derecho al divorcio y de eliminar el status de
inferioridad legal de las mujeres, el código planteaba otra novedad: rompía la unidad
jurídica “familia-matrimonio” y hacía que las obligaciones familiares fueran
independientes de la unión legal.
En este sentido arrasó también con el privilegio masculino sobre la propiedad y la
herencia, eliminado la figura jurídica de “hijo ilegítimo”. Bajo la nueva ley, todos los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio tenían los mismos derechos y sus padres, las mismas responsabilidades para con ellos, sin importar su estado civil. Sin dudas, una de las legislaciones más progresivas de la historia, superando enormemente incluso a la legislación europea más avanzada.
Como parte de estas medidas, en noviembre de 1920 se va a decretar el derecho al
aborto libre y gratuito, un derecho que las mujeres de los principales países capitalistas iban a tardar más de 40 o 50 años en conquistar. Un derecho que hoy es negado en gran parte del mundo, que somete a las mujeres a las peores condiciones de clandestinidad.

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